Convertidos en algunos lugares del mundo en una maquinaria económica que atrae a millones de turistas, el carnaval fue hasta hace poco más de 50 años una fiesta popular que no reconocía clases sociales, sexos ni edades. Hasta en los más remotos pueblos del interior la gente se disfrazaba, formaba comparsas y salía a bailar a las calles.
Necochea no era la excepción. Chicos y grandes se enfrentaban en verdaderas batallas campales con globos llenos de agua, aunque rápidamente las “bombuchas” eran remplazados por baldes.
“En mi niñez esperábamos el Carnaval, que era una gran fiesta”, recordó Carlos Laguilón. “Nos juntábamos los amigos con globos lleno de agua y también con baldes con agua. Eramos un poco brutos, no se respetaba a las chicas. Tratábamos de mojarlas a toda costa”.
Precisamente esa tendencia al descontrol en los juegos con agua, hizo que los festejos del carnaval fueran prohibidos durante la última dictadura militar y, en el caso de nuestra ciudad, los corsos recién volvieron con la democracia.
Aunque la costumbre de los “juegos de agua” no se habían perdido en aquello oscuros años del terrorismo de estado, tal como se podía leer en un artículo publicado en Ecos Diarios el 21 de febrero de 1982.
Allí se informaba que la Policía había emitido un comunicado debido a algunos “desbordes” entre quienes se divertían arrojando agua a quien pasara cerca. Incluso se amenazaba con aplicar la ley 8.031 y el Edicto de Carnaval, que “prevé 30 días de arrestos para aquel que altere el orden público”.

La vuelta de los corsos
Si bien este año el calendario señala al lunes y martes próximo como los días de carnaval, los festejos en nuestra ciudad comenzaron la semana pasada y continuarán esta noche, cuando se realizará un corso frente al Museo Regional.
Las murgas recorrieron distintos barrios tratando de llevar el espíritu de los festejos de carnaval. Organizan estos espectáculos el Ente Necochea de Turismo, Dirección de la Juventud, de Cultura, el área de Educación municipal y las Agrupaciones Carnavaleras de Necochea.
El cierre será el martes, a las 19, en la Plaza San Martín, donde se presentarán Los Reventados del Ritmo, Centro Murga Delirio del Carnaval, La Banda del Sifón y Batutanque.
En otras ciudades vecinas incluso los festejos han recibido impulso oficial y han sido incluidos dentro de lo que se ha denominado Carnavales Federales de la Alegría.
Sin embargo, y a pesar del uso político que se ha hecho de estas festividades, nunca han recuperado el brillo que los carnavales supieron tener hasta mediados del siglo XX.
En 1983, por ejemplo, con el regreso de la democracia a nuestra ciudad, se intentó recuperar el brillo de antaño y la Cámara de Turismo de Necochea, con el auspicio de la Subsecretaría de Turismo de la Municipalidad, se organizó el “Corsomar 83”.
En la oportunidad se contrató especialmente las comparsas “Marumba” y “Paranahiba”, de la ciudad de Reconquista, Santa Fe.
El circuito del desfile se trazó sobre la avenida 59 entre 28 y 36 y se instalaron palcos en las plazoletas centrales.
El lunes 14 de febrero de ese año más de 7.000 personas concurrieron al Corsomar. Según la crónica de la época, “desde las primeras horas de la tarde, el público comenzó a tomar ubicaciones privilegiadas, presagiando quizás la gran afluencia de personas que iban a concurrir a las brillantes fiestas carnestolendas”.
“Cuando se iniciaba el desplazamiento de la primera comparsa invitada, las acercas, parte de la calzada y la plazoleta central de la avenida 59 se encontraban totalmente cubiertas de público que, con marcada expectativa, aguardaba el paso de la comparsa ‘Marumba’, que inició el desfile”, señala la nota publicada el martes 15 de febrero.

La edad de oro
Pero la edad de oro del carnaval, como lo explica Jorge Capurro Campos en una nota publicada tiempo atrás en la sección “Nuestra Historia”, fue hasta mediados de la década de 1950.
Los bailes de carnaval organizados por clubes locales y los hoteles de la villa balnearia atraían a cientos de vecinos y turistas que esperaban cada verano aquella festividad.
Allí no faltaba el reparto de cotillón, matracas, pitos, caretas o antifaces
Las tertulias se realizaban en los calurosos fines de semana y los feriados del lunes y martes de la última quincena de febrero.
Según escribió Capurro Campos, “entre esos bailes sobresalía el del Roya Hotel, en su exclusiva ‘boite’ Casablanca con orquestas traídas especialmente de Capital Federal para la temporada. Este hotel inclusive hacía tertulia para niños en la matiné con cotillón y concurso de disfraces infantiles. Se sumaban a las noches carnavalescas, los no menos alegres bailes en la confitería Bell Mar, sobre la rambla municipal”.
Aunque los corsos tenían su epicentro en el corazón de la ciudad. La avenida Alsina (59) entre Mitre (60) y Sadi Carnot (66) era el punto de reunión obligado y allí se armaba un circuito que los disfrazados, arrojando serpentina y papel picado, matracas en mano, recorrían innumerables veces durante la noche.
En medio de la fiesta también se producían los juegos con agua. Los más jóvenes salían a perseguir con pomos, globos o baldes a algún blanco del sexo opuesto.
Aunque estas húmedas batallas campales no se daban exclusivamente de noche. Durante la siesta, en todos los barrios de la ciudad se producían los enfrentamientos, que terminaban con todos los protagonistas mojados y tentados de risa.

Una fiesta antigua
Algunos historiadores sostienen que el origen de esta celebración ya se puede encontrar en las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5.000 años.
El origen es evidentemente pagano y las fiestas realizadas en el Imperio Romano se fueron expandiendo al resto de Europa y llegaron a América con los navegantes españoles y portugueses a partir del siglo XV.
Según la leyenda, se utilizan máscaras porque en la noche del carnaval vale todo. Se trata de un período de permisividad y cierto descontrol.
El carnaval se festeja principalmente en los países de tradición católica y se celebra inmediatamente antes de la cuaresma.
Según la Wikipedia, a comienzos de la Edad Media la Iglesia Católica propuso una etimología de carnaval: del latín vulgar carne-levare, que significa 'abandonar la carne' (lo cual justamente era la prescripción obligatoria para todo el pueblo durante todos los viernes de la Cuaresma).
Posteriormente surgió otra etimología que es la que actualmente se maneja en el ámbito popular: la palabra italiana carnevale, que significaba la época durante la que se podía comer.
Según el libro Guinness de los récords, la celebración del carnaval más grande del mundo es la de Río de Janeiro, pero los más largos son el de Gualeguay y Gualeguaychú, en Entre Ríos, ya que duran desde el primer fin de semana de enero hasta el primer fin de de semana de marzo.

Se fue perdiendo…
“A la vuelta de mi casa había un club donde se realizaban fiestas de Carnaval muy lindas”, recordó el vecino Carlos Laguilón.
Y explicó que las fiestas de carnaval de Quequén eran “famosas” por los bailes. “Cerraban toda la avenida Machado, pasando el Club Ministerio, durante 10 días o 15 días. Algunas personas preparaban sus disfraces todo el años, para ver quien ganaba el premio”, señaló.
“Pero se fue perdiendo todo. Me parece que es por el consumismo. Se perdió la inocencia de aquella época. Entonces los mayores aún creían en la Llorona, la Viuda o el Viejo de la bolsa”, explicó.
La poeta y pintora Blanca Farías también recuerda los carnavales con mucho cariño. “Se esperaban con gran entusiasmo y los preparativos se realizaban con anticipación”, señaló.
“Llegado el tan ansiado momento, desde la mañana grupos de jóvenes recorrían las barriadas llevando semiescondidos los consabidos globos o bombitas, llenos de agua, buscando a las posibles ‘víctimas’”, manifestó.
“A la hora de la siesta el juego con agua se generalizaba. Se organizaban en algunas casas, con tremendo fervor entre los moradores y los que iban llegando, trayendo sus latas, cacerolas, baldes y jarras”, recordó.
Luego se producían las corridas tirando agua sobre cualquier parte del cuerpo y...vuelta a llenar los recipientes y correr”, explicó con alegría.
“Parecía que todos se sentían muy libres en esos días. Eran momentos coloridos, alegres, que podían durar horas y horas, porque a la vez se renovaban también los integrantes. Luego quedaban las tareas de secar pisos, veredas, patios y prepararse para la noche”, comentó.

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