Ha pasado un mes desde que Manuela Mañanes volvió de Alemania, pero aún no puede dejar de apasionarse cuando habla de sus experiencias en la XX Jornada Mundial de la Juventud, que se realizó en la ciudad de Colonia y fue presidida por el Papa Benedicto XVI.
Católica prácticamente, estudiante de Relaciones Internacionales, la joven, cuya familia es oriunda de Juan N. Fernández, deseaba desde hace tiempo trabajar como voluntaria en algún emprendimiento solidario a nivel internacional.
Fue así que se puso en contacto en noviembre del año pasado con el movimiento Schoenstatt de Alemania, que estaba trabajando en la organización de la jornada.
Manuela, que es devota de la virgen de Schoenstatt y participante del movimiento que nuclea a sus seguidores en La Plata desde hace cuatro años, vio entonces su oportunidad de hacer realidad su sueño de participar en un evento de estas características.
Se fue en febrero, buscando "una experiencia interesante de crecimiento espiritual", pero lo que se encontró en Alemania superó todas sus expectativas.
"Me llamaron para trabajar de marzo a agosto, pero me quedé hasta septiembre", comentó Manuela, cuya abuela vive en Necochea y, al igual que su padre, es nativa de Juan N. Fernández.
Ella nació en La Plata, tiene 25 años y esta semana recibió su diploma de licenciada en Relaciones Internacionales. Después de la experiencia de Alemania, aún desempleada, afirmó que su intención es conseguir trabajo en alguna ONG o una fundación, para seguir trabajando en proyectos solidarios. Sin duda la Jornada Mundial de la Juventud marcó definitivamente su vida.

Entusiasmo
Durante los cinco meses que vivió en Alemania, Manuela trabajo a pleno en la organización. "Trabajábamos de 8 de la mañana a 12 de la noche, pero lo hacíamos con muchas ganas y entusiasmo. Si teníamos que trabajar hasta las 3 de la madrugada, lo hacíamos, porque sabíamos que si no alguna persona podía dormir al día siguiente en la calle", explicó.
En la jornada participaron un millón de jóvenes de todo el mundo y Manuela era una de los 150 voluntarios que trabajaron para encontrar familias en las ciudades de Colonia, Bonn y Düsseldorf que dieran alojamiento a los peregrinos.
También debían preparar todo lo relacionado a la estadía de esa multitud de personas.
Ella fue la única argentina que participó en la organización. Aunque sí estuvieron en las jornadas 800 compatriotas, incluidos grupos musicales.
"Fue un evento único. Tanto en lo profesional, como en lo espiritual", manifestó Manuela, que pudo intercambiar experiencias con jóvenes de 18 a 30 años provenientes de todos los rincones del planeta.
"En ese sentido el trabajo fue muy rico", señaló la joven platense, que pudo descubrir las diferentes formas que viven la espiritualidad las personas en los distintos continentes.
Se asombró al comprender que, precisamente es en los países menos desarrollados, donde las personas viven más plenamente el cristianismo y llevan una vida espiritual más intensa.

El verdadero sentido
Uno de los momentos más intensos de las jornadas fue el encuentro con el Papa Benedicto XVI. Si bien ella no tuvo la suerte de poder hablar con él, pudo verlo y apreció la singularidad del Santo Padre.
También notó que los propios alemanes se asombraban al encontrarse con un Papa diferente al conservador que muchos creían entrever en el remplazante de Juan Pablo II.
Manuela estuvo en el aeropuerto, a la llegada del Papa a Alemania y en el barco en el que el Sumo Sacerdote recorrió el Rhin.
Ese encuentro, y las experiencias vividas durante la XX Jornada Mundial de la Juventud marcaron definitivamente la vida de esta joven, que ahora parece haber descubierto el verdadero sentido de su vida: ayudar al prójimo.

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