Juan Carlos Parsón pertenece a ese reducido grupo de personas que tiene el don de ver lo positivo de todas las cosas, aún de las que cualquiera calificaría como desgracias. "A mí me dio una mano el director del Colegio Industrial, cuando me echó de la escuela", dijo divertido.
Circunstancias como esa, fueron marcando a Parsón, que militante de izquierda en los 70, se convirtió en humanista, recorrió el país, vivió 15 años en Bolivia y cruzó el Mato Grosso en un desvencijado colectivo, antes de volver a instalarse en Necochea.
A los 54 años, como candidato a concejal por el Partido Humanista, se propone mover un poco las estructuras de la política local y crear espacios para los jóvenes. "Los viejitos nos tenemos que hacer a un lado y dejar a los chicos", dijo Juan Carlos.
Aunque en la adolescencia era conocido como "El Abuelo", en su sonrisa y en sus ojos se pinta una juventud eterna.

No a la violencia
En su voz hay cierto acento norteño, resabio de los años vividos en Bolivia. Llegó al vecino país luego de un largo peregrinaje por el nuestro.
Todo comenzó con aquella expulsión del Colegio Industrial y su radicación en Mar del Plata, donde terminó el secundario y obtuvo el título de Maestro Mayor de Obras, para luego ingresar en la Facultad de Arquitectura.
Eran años de violencia y Juan Carlos era militante del Frente Izquierdo Popular. Pero pronto la violencia que se respiraba en aquellos días, terminó por hacerlo dudar de sus principios.
"Abandoné la Facultad en tercer año, porque entre la bomba de las 4 y la bomba de las 3 era demasiado", bromeó. "Además, un día los montoneros me quisieron tirar del tercer piso por oponerme a que bajaran los de primer año a pelearse con los del CNU (Concentración Nacionalista Universitaria)".
Empezó a buscar un camino no violento. "Entendí que la violencia generaba un estilo de vida bastante grosero y que poco tiene que ver con el salto de cualidad que tiene que pegar el ser humano", manifestó.
Fue entonces que conoció a los militantes de un movimiento que en ese momento no tenía nombre, pero que todos llamaban "la cosa": el Humanismo.
"Estos son más locos que yo", dijo en ese momento y comenzó a criticarlos, pero descubrió que había que hacer algo contra la violencia, no sola la que reinaba en el mundo, sino también la interior. Y uno de los lemas de los fundadores del humanismo era: se trata de que te quieras con fuerza en un mundo más humano y más alegre.
Y prendió en él la alegría. Se fue a vivir a Trelew y luego volvió a Necochea, donde instaló un comercio que se llamó La Casa de las Gamuzas.
Pero en el año 92, de forma imprevista, volvió a recibir "una ayudita", esta vez de los ladrones. "Me robaron todo y tuve que cerrar el negocio e irme".

Depende, todo depende
"No hay bueno ni malo, sino que hay posibilidades de elección, siempre y cuando uno no esté en una situación límite. Porque para poder elegir hay que tener el estómago lleno", dijo Parsón, que tras verse obligado a cerrar su negocio, se fue a Bolivia.
En la Argentina participó en la fundación del Partido Humanista y vio la posibilidad de difundir sus ideas en Bolivia.
Al llegar al país vecino se contactó con conocido y le propusieron hacer un programa de radio: "Destapando la olla", que sólo salió dos veces al aire, recordó Parsón con una enorme sonrisa.
Trabajó en la formación de grupos y de líderes con la metodología de la no violencia, a la vez que incursionó en el periodismo como editor del suplemento "El Humanista", del periódico Post Meridium.
También instaló varias pizzerías, pero sólo se quedó con una, en la ciudad de La Paz, que no daba muchas ganancias. "Pero nos divertíamos muchísimo", explicó Juan Carlos, que regalaba porciones de pizza a personas de todas las edades que iban a pedir.
Así fue como surgió la idea de crear comedores infantiles con la colaboración de los clientes de la pizzería y formó cuatro. En tanto, seguí con su labor de consultor sobre la formación de líderes para empresas y el dictado de cursos y seminarios de motivación, autoestima y ludismo. Trabajó en la ciudades y en los pueblos, en sindicatos, escuelas y empresas.
Luego de perder a su esposa y preocupado por el clima de violencia que se vive en la actualidad en Bolivia, decidió volver a la Argentina. Aquí tiene tres hijos y un nieto.
Ahora es candidato por el Humanismo y está seguro de que si gana se va divertir. Y si no, también. Tal vez eso lo impulsaría a embarcarse en nueva aventura de descubrimiento.

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