Desde entonces, siempre he relacionado a la BD con los paisajes soleados, de cielos muy celestes y personajes desabrigados.
Aunque cualquier lector sabe que hay mucho más en sus cuadritos, a mí siempre me remite a lugares cálidos. En mi memoria y en mi imaginación, la historieta fraco-belga es un mundo soleado, aunque lea Tintín en el Tibet.
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