quequen hogar stella maris
“Las niñas internas del Pequeño Cottolengo de Avellaneda venían desde hacía varios años a pasar sus vacaciones a Quequén, en una casilla que estaba cerca de la playa. Eran instalaciones muy precarias, pero las niñas y las hermanas lo pasaban bien”, escribió hace unos años María Araceli, madre superiora del Hogar Stella Maris.
En una reseña manuscrita, la religiosa recuerda la historia de la humilde casa de la Congregación Pequeñas Hermanas de la Caridad que con el paso del tiempo se convirtió en el Hogar de Niñas Stella Maris de Quequén.
La primera edificación de la orden se inauguró a fines de febrero de 1958, el mismo mes que el agrimensor Edgardo Hugo Yelpo fue designado intendente de Necochea.
En marzo de 1960 se abrió oficialmente la casa de las hermanas, que aún no llevaba el nombre de Stella Maris.
En agosto de ese mismo año se formó una comisión de señoras que era presidida por Elida de Yelpo.

La obra de Don Orione
"Sólo la caridad salvará al mundo", decía el sacerdote Luis Orione. Esa convicción marcó su vida. Consideraba la caridad necesaria y urgente para "llenar los surcos que el odio y el egoísmo han abierto en la tierra".
Esta profunda convicción lo llevó a fundar la Pequeña Obra de la Divina Providencia (1903), congregación que se extendió en su Italia natal y en tierras de misión, entre ellas Argentina.
Don Orione visitó por primera vez nuestro país entre 1921 y 1922, oportunidad en la que funda la comunidad orionita de Victoria (Buenos Aires).
En 1934 regresó a la Argentina y durante tres años desarrolla una incansable tarea apostólica, pastoral y social.
En 1935 fundó el Pequeño Cottolengo Argentino en Claypole y la sociedad ya reconocía en él al "Apóstol de la caridad".
También se fundó un cottolengo en Avellaneda y de allí comenzaron a llegar, a principios de los 50, grupos de niñas para pasar las vacaciones al cuidado de la Congregación de las Pequeñas Hermanas de la Caridad.
Como recordaba la madre superiora María Araceli, las niñas se alojaban en una construcción de madera que estaba ubicada sobre el médano, en proximidades de donde hoy se encuentra el Club La Virazón, entre el Monte Pasuvio y la vieja Rambla de madera (cercana a la Escollera).
En aquella época no había ningún edificio alrededor. Recién en el año 1960 empieza la construcción de la Colonia Pinocho.
Los primeros contingentes que llegaron a esta colonia provenían del Cottolengo de Avellaneda y pasaban la temporada veraniega recibiendo recreación.
Venían en ómnibus facilitados por la Dirección de Turismo de la Provincia en compañía de tres religiosas.

Comunidad solidaria
La labor solidaria de la congregación era sostenida con el aporte voluntario de la población. En las boleterías de los cines locales, por ejemplo, se colocaban alcancías para que la gente pudiera colaborar.
Fue mediante estas donaciones que en 1960 se pudo inaugurar el edificio definitivo del hogar, que en julio de ese año comenzó a llamarse Hogar de Niñas Don Orione, por disposición de las autoridades de la institución, con sede en Italia.
Aquel cambio de nombre se fundamentó en que Cottolengos eran los dedicados a atender únicamente a niñas con problemas físicos, mientras que en los hogares se podía al albergar a las que se hallaran en estado de desamparo, ya sea huérfanas o que sus padres estuvieran imposibilitados de atenderlas.
También con el apoyo de los vecinos y de la colonia veraniega de Quequén, y bajo la coordinación de la comisión de damas, se logró encarar la ampliación del edificio.
A fines de octubre de 1961 las obras se encontraban muy avanzadas y eran un orgullo para toda la comunidad, ya que hasta hacía menos de una década, el hogar funcionaba en una humilde casilla de madera.

La inauguración
Apenas transcurrido un año de la colocación de la piedra fundamental de la Capilla del Hogar de Niñas Stella Maris, el templo fue inaugurado el 8 de febrero de 1964.
La bendición de la piedra fundamental de la futura capilla estuvo a cargo del cura párroco y vicario forense, presbítero José de Luis, de la Iglesia Santa María del Carmen.
Asistió numeroso público y desde Buenos Aires, se hizo presente la reverenda Madre Regional Sor María Rita, superiora de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, Obra don Orione.
Fueron padrinos de la ceremonia Leonardo Galilea y María Elena B. de Knudsen; Edgardo Hugo Yelpo y Beatriz P. de Felizia.
La bendición estuvo a cargo monseñor Juan M. Zavala, de la diócesis de Mar del Plata. También estuvieron presentes reverendos provinciales de la Orden Don Orione de Buenos Aires y Mar del Plata, sacerdotes de la Parroquia Nueva Pompeya de la Capital Federal, el jefe comunal y el subprefecto de Quequén.
Tras el simbólico corte de cintas, monseñor Zavala pronunció un discurso y ofició la misa vespertina el párroco José de Luis. Posteriormente la Comisión de Damas protectoras sirvió un vino de honor para todos los invitados en el Hogar Stella Maris.
En el acto de inauguración de la capilla puesta bajo la advocación de la Virgen Stella
Maris, a modo de reconocimiento, actuaron de padrinos Vicente Bosch y Ana Teresa Casullo, Vicente Manuel Alvarez y María Angélica Fernández Guerrico de Madero; el Dr. Enrique Villagra Sosa, Dra. Julia Rico de Coupau.
También Ricardo Héctor Albors de Sagastizábal y Noemí González Artayeta de Sagastizábal.
El terreno donde se erigió el nuevo templo fue cedido por Leonor Pirival de Güiraldes e hijos; en tanto que Ana Teresa Casullo, de Capital Federal, donó a su vez el altar, 10.000 ladrillos y gran parte de la construcción.
Con el paso de los años, el edificio registró diversas modificaciones. Se efectuaron reparaciones, se instaló el servicio de agua corriente y de gas natural. Todas mejoras realizadas con el apoyo de entidades y personas de espíritu solidario.
A mediados de la década de los 90, el hogar fue cerrado ante la necesidad de realizar una serie de refacciones. Fue reabierto al año siguiente, pero como hogar de día.

Artículo publicado en el suplemento Finde de Ecos Diarios de Necochea

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