La Segunda Guerra Mundial siempre ha despertado mi interés. Siempre he intentado buscar una explicación racional a semejante irracionalidad. Por esa razón, siempre me ha interesado todo lo relacionado a ese conflicto global y, en especial, esa hipótesis que sostiene que Hitler no murió en 1945 luego de pegarse un tiro en su búnker de Berlín.
Es que en la persona de Hitler, se encuentra la única explicación posible a tanta locura. Que haya logrado escapar de Europa parece prácticamente imposible. ¿Pero es posible que un sólo individuo se las haya arreglado para convertir a Europa en un verdadero infierno?
Stalin sostenía que Hitler no había muerto, como dijeron los estadounidenses en la historia que ellos escribieron y en la que aparecen como héroes salvadores de la humanidad.
Si Hitler escapó hacia Sudamérica, como afirmaba Stalin, es posible que lo haya hecho en submarino. Por eso, el desembarco de submarinos alemanes en la costa argentina en 1945 se ha convertido en tema de varios libros y de decenas de fantásticas historias que cuentan los pobladores de varias ciudades costeras de la Argentina.

Desembarco entre Quequén y Miramar

“Los germanos están en retirada en Anzio”, informaba en tipografía gigante la tapa de Ecos Diarios del 23 de febrero de 1944. Debajo, una fotografía de dos militares estadounidenses, mostraba a los jefes de las Fuerzas Aéreas norteamericanas en el Pacífico.
La Segunda Guerra Mundial era en aquellos días un tema recurrente en las páginas de los diarios. Sin embargo, el tema parecía bastante distante para una población provinciana, cuya vida social giraba alrededor del cine y los corsos, que en esos días se encontraban en pleno desarrollo.
Pero aquel 23 de febrero, la tapa del diario acercaba los temores de la guerra a unos pocos kilómetros de nuestra ciudad. “Se había extendido hasta nuestra zona el espionaje del Eje”, señalaba un título secundario.
La nota hacía referencia a un informe de inteligencia según el cual Alemania proyectaba “un desembarco de agentes secretos que debía realizarse entre los faros de Quequén y Miramar”.
“Una parte del informe de espionaje dado a conocer por las autoridades nacionales resulta particularmente interesante para nosotros, en razón de referirse a actividades que tenían como propósito la utilización de parajes de nuestra costa”, señalaba el artículo periodístico.
El informe, que Ecos Diarios reproducía textualmente, indicaba que: “Se ha establecido que a fines del año 1943, el mayor general Frederich Wolf, agregado militar naval de la embajada alemana, comisionó a Guillermo Otto Alberto Seidlitz para que buscara un lugar adecuado en la costa atlántica de la Provincia de Buenos Aires, donde poder desembarcar de submarino alemán, uno o dos agentes secretos del eje, además de materiales necesarios a los organismos de espionaje existentes en la Argentina”.
Siempre según el informe, Seidlitz se puso en contacto con Gustavo Eickenbert, con quien efectuó un viaje a una estancia adquirida por él mismo en Mar del Sur, localidad situada a unos 60 kilómetros al Sur de Mar del Plata, recorriendo los lugares vecinos y la costa marítima, llegando, de acuerdo con Eickenberg, a que el lugar ofrecía grandes probabilidades para efectuar con éxito un desembarco desde el submarino, entrevistando a su regreso al general Wolf, para dar cuenta del cumplimiento de la misión y presentar un informe detallado de las comprobaciones recogidas, indicando como el mejor punto de arribo el equidistante entre los faros de Miramar y Necochea, que es coincidente con el camino que lleva a la estancia de Eickenberg”.
Si bien no existen datos posteriores de desembarcos de espías, aquella información creó intranquilidad entre los necochenses y, un año más tarde, cuando dos submarinos alemanes se rindieron en el puerto de Mar del Plata, los recuerdos de aquellos datos dieron pie a todo tipo de historias que aún perduran.

La rendición del U-530

El 10 de julio de 1945, arribó al puerto de Mar del Plata el submarino alemán U 530. Según el artículo publicados por Ecos Diarios al día siguiente, la nave emergió en las aguas del puerto, a las 7.30 e hizo señales de luces a la base de submarinos.
La guerra había finalizado hacía dos meses cuando el comandante del submarino alemán, Otto Wermolt, de 29 años, al mando de una tripulación de 53 marinos, decidió rendirse en el puerto marplatense, tal vez temiendo las represalias aliadas.
Según los tripulantes, hacía un mes y medio que no tocaban puerto y ya se les había terminado el combustible. Los hombres se hallaban exhaustos y se les habían agotado los víveres.
Un periodista del diario El Atlántico de Mar del Plata relató, en una nota reproducida por Ecos Diarios, que la aparición del submarino fue “imprevista y totalmente sorpresiva”.
“El llamado fue captado por el puesto permanente de observación de la Base Naval y de inmediato fue despachada una lancha mientras nerviosamente comenzaban a enviar despachos a los barcos de guerra surtos en la base naval”, señala el artículo.
“Al aclarar fue ya visible el porte del submarino extranjero, que medía unos 50 metros de largo. Sobre cubierta varios hombres rubios de aspecto desaseado y cuyos rostros denotaban largo tiempo de navegación y necesidades, aparecían mirando con curiosidad la costa”, agrega. El submarino finalmente atracó a escasos metros del guardacostas Belgrano. No enarbolaba bandera alguna.
La tripulación quedó alojada en la Base Naval de Mar del Plata y al día siguiente el Ministerio de Marino difundió un comunicado que señalaba que el U 530 no había sido el buque que hundió al crucero brasileño “Bahía” y que entre los tripulantes tampoco “llegó ningún político ni jerarca nazismo”.
No obstante, con el pasar de los días, comenzaron a surgir dudas sobre esta última afirmación y reaparecieron los fantasmas surgidos con aquel informe de inteligencia dado a conocer un año antes.
El 15 de julio, Ecos Diarios informó a los necochenses sobre una versión dada a conocer por diarios porteños sobre un posible desembarco producido pocos días antes de la rendición del U 530.
Según los diarios Crítica y El Mundo de Buenos Aires, pocos días antes de la llegada del submarino alemán, empleados de una firma cerealista “pudieron ver en las playas de Necochea un bote de goma que acababa de llegar, el cual estaba ocupado por varias personas”.
Crítica agregaba que “en esa zona existen varias fincas cuyos propietarios son de nacionalidad alemana e incluso algunos de ellos conocidos por su notoria adhesión al régimen hitlerista. No tiene, pues, nada de extraño que las personas que observaron por azar la llegada de la sospechosa embarcación hayan asociado este hecho con el que luego ha agitado la curiosidad pública: la rendición del U-530”.
Pero en nuestra ciudad nadie había visto nada y la Prefectura Naval Argentina inició una investigación para determinar quién había visto al bote, sin obtener resultados. En la edición de Ecos Diarios del 19 de julio se desmentía la versión, ya que el flotador era utilizado por cuatro necochenses dedicados a la pesca.
Sin embargo, en esos días también se halló petróleo en la costa y varios pingüinos empetrolados, lo que hizo sospechar que el submarino podía haber arrojado combustible al mar antes de ingresar al puerto. Aunque, en aquellos días también se había producido el naufragio de una lancha pesquera, por lo que no podía decirse con exactitud que el origen del fuel oil fuera el submarino.
Ese mes varios vecinos de la localidad de San Clemente del Tuyú afirmaron haber visto dos submarinos frente a sus costas. El juez de la ciudad de Dolores llegó a tomar intervención en el asunto y la Armada fue ordenada a enviar dos aviones: un Glenn Martin W-139 y un Douglas DC-2 a la zona, conjuntamente con varias patrullas terrestres.

El submarino U-977

Finalmente, el 17 de agosto de 1945, el submarino U-977 emerge a 8 millas de la costa de Mar del Plata. Era comandado por el capitán de Fragata Heinz Schaffer y había zarpado de su país el 26 de abril, reaprovisionado en Dinamarca el 2 de mayo.
La orden de rendición sorprendió a los tripulantes rumbo a la zona de patrulla, por tal motivo, Schaffer, de sólo 25 años, reunió a la tripulación y los sometió a la decisión de entregarse o dirigirse a la Argentina. Navegaron durante 66 días hasta llegar a Mar del Plata y se entregaron de la misma forma que lo habían hecho sus camaradas del U 530.
Con el paso de los meses, el terror generado por el nazismo fue quedando en el olvido y también los avistamientos de fantasmales marinos alemanes desembarcando en medio de la noche en nuestras costas.
Pero, aquellas historias no fueron olvidadas completamente y con el paso del tiempo fueron adquiriendo forma de leyenda. Incluso varios investigadores llegaron en los últimos años a Necochea en busca de información sobre el tema y se escribieron varios libros. En realidad, nadie puede afirmar con seguridad que los nazis desembarcaron en las playas de nuestra región, pero tampoco que no lo hayan hecho.

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