Una casa de puertas abiertas, una mujer que enseñó a sus hijos a amar la danza y a ser solidarios y la pasión por el folclore se juntan en la historia de Los Ponchos Colorados.
Aunque realiza una labor solidaria propia de una entidad de bien público, tiene las características de una escuela de danza y es reconocida como peña folclórica, este grupo de personas es inclasificable.
La historia comenzó hace 15 años, cuando Mercedes Ochoa, que estudiaba danzas desde los cuatro años, fue invitada por la Asociación Cooperadora de la Escuela Nº 48 a dar un taller de bailes folclóricos.
La experiencia duró apenas unos meses, pero entusiasmó a Zunilda Gerald, la madre de Mercedes, que había enseñado a sus hijos a amar el folclore y siempre estaba interesada en poner su granito de arena en causas solidarias.
Fue así que con estos pequeños bailarines y la ayuda de los padres y de la familia de Ochoa, el 14 de diciembre de 1991 se realizó la primera peña de Los Ponchos Colorados en la Sociedad Rural.

El sueño de una mujer
El nombre del grupo fue elegido por Zunilda, quien desde siempre se ha encargado de diseñar la vestimenta y coser todos los trajes de los Ponchos Colorados.
Pero la labor de la mujer no termina allí. Siempre ha sido el espíritu del grupo. Ella siempre pensó que había hacer algo para sacar a los chicos de la calle y ponerlos a hacer algo productivo. Fue así como descubrió a través del folclore y del trabajo de su hija, la oportunidad de llevarlo a cabo.
Zunilda no sólo cose las vestimentas. En algunos casos, para que los chicos en situación de riesgo, que por distintas razones no cuentan con el apoyo de sus padres para bailar folclore, la mujer se encarga incluso de lavarle los trajes.
"Que los chicos hagan algo, sacarlos de la calle, ese es un objetivo que mi madre siempre tuvo en mente", explicó Mercedes. Mientras que su hermana Ana María Montanari, manifestó que su madre "siempre ha sido una de esas personas que mantienen la puerta de la casa abierta para aquellos que la necesiten y que de ese mismo espíritu se han nutrido los Ponchos Colorados".
"Una de las características de la peña es que con nosotros baila toda la familia", agregó Ana María. "Empezó mi mamá, seguimos nosotras y nuestra hijas. Y así como en nuestro caso, hay en Los Ponchos familias que tienen integrantes en el grupo de danzas infantiles, de adultos y de las madres y abuelas".

Los viajes y la solidaridad
Pero Los Ponchos Colorados no sólamente han sacado a algunos chicos de las calles del barrio, donde, como en cualquier lugar de la ciudad, acechan los peligros de una sociedad marcada por las desigualdades económicas y la delincuencia. En algunos casos, hay niños que han salido por primera vez de Necochea y conocido otras ciudades a partir de integrar el grupo.
"Cuando fuimos a Mar del Plata yo no podía creer que había algunos chicos que no conocían una ciudad que estaba tan cerca", dijo Mercedes.
Los Ponchos con todos sus integrantes también han viajado a bailar a Punta Alta, lo que les permitió visitar la Base Naval, también fueron a la Fiesta del Potrillo, en Coronel Vidal, actuaron en peñas de Lobería, Mar del Plata y San Manuel, entre otras localidades.
"En Mar del Plata nos hemos presentado en el Teatro Colón, invitados por la peña Los Gorriones", explicó Mercedes. Mientras que Los Ponchos Colorados es la única agrupación que ha intervenido en todas las ediciones del encuentro realizado en Barker por la peña Piuken.
"Este año incluso nos dieron un premio por esto", dijo Mercedes, que explicó que siempre han solventado los viajes con fondos propios, ya que al no ser una entidad de bien público, no reciben ningún apoyo oficial.
"Hace unos años, en un gobierno municipal anterior, bailamos el Pericón en la Fiesta del Potrillo, en Coronel Vidal. Había 600 parejas en el campo de doma y nos entregaron una distinción por haber participado. Cuando volvimos a Necochea fuimos a la Municipalidad a dar a conocer la mención que nos habían entregado y ni siquiera nos atendieron", explicó.
"A pesar de que habíamos ido a representar a Necochea", puntualizó su hermana Ana María.
Mercedes señala que toda la documentación y los trámites necesarios para transformarse en una entidad de bien público siempre han frenado esas gestiones. Y también el hecho de que la agrupación tiene una estructura familiar.

La danza
Mercedes Ochoa estudió danzas folclóricas con el profesor César García. Pero a pesar de haber comenzado a los 4 años, nunca había querido enseñar.
Pero hace 15 años, cuando la invitaron a ofrecer un taller en la Escuela 48 se entusiasmó. "Fui y le enseñé a un grupito de chicos unos meses. Bailaron en la fiesta de fin de curso y así fue como comenzó todo", señaló.
Porque aquella fiesta de fin de curso, realizada en la Sociedad Rural fue la primera peña de los Ponchos Colorados.
Ella y su familia viven en el barrio José Hernández (Fonavi) y allí, en un galponcito ubicado en el fondo de la casa, Mercedes comenzó a dar clases de folclore a aquellos chicos que no querían ir a la escuela a aprender folclore.
Pronto también se sumaron algunos padres y pronto comenzaron a llegar estudiantes de otros barrios.
En la actualidad, unos 50 bailarines integran Los Ponchos Colorados en cuatro grupos de danzas diferentes: infantiles, juveniles, adultos y madres y abuelas.
"Esto se realiza con mucho sacrificio, porque algunos chicos van solos y no cuentan con el apoyo de sus padres", indicó Mercedes. "Nosotros le damos la ropa y tratamos de hacer todo lo posible para que no dejen de concurrir".
Sin embargo, Los Ponchos Colorados cuentan con el apoyo incondicional de la gente del barrio, que con rifas y bonos, ayudan a financiar los viajes del grupo.
En realidad la agrupación se ha convertido prácticamente en la única representante de este populoso barrio necochense. Participa en festivales folclóricos, fiestas escolares y todo tipo de encuentro donde son invitados.
"En competencias no participamos", afirmó Mercedes. "Vamos a todo encuentro no competitivo al que nos inviten". Y más si el encuentro es con fines solidarios.
Según la profesora, Los Ponchos Colorados son una tradición. "Mi mamá bailaba y nos llevó a nosotros, que somos las que impulsamos la peña, ya que no contamos con comisión de padres ni nada".
Y el poncho es un símbolo. "Cambiamos de color de ropa. Antes era blanca y ahora es bordó, pero siempre aparece", afirmó Mercedes.

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