A veces pienso que escribir es lo que mejor me sale. No se requiere aprender a utilizar softwares complicados, pues el word lo manejo desde hace años y tipear es moco de pavo para alguien que, como yo, hizo un curso de dactilografía veloz.
Y con esto de los blogs, es más fácil todavía, puedo escribir lo que quiera y sé que alguien lo va a leer. Por esas cosas de Google, uno puede estar seguro que alguien que inicie una búsqueda con las palabras moco de pavo, va a llegar hasta aquí.
Mediante esta maravillosa herramienta, cualquier escribidor, ya no digamos escritor (hay una gran diferencia), puede estar seguro de que sus textos encontrarán lectores, más tarde o más temprano.
¿Y a qué viene esta perorata? En realidad no tiene ningún objetivo. Aunque paso varias horas por día frente a una computadora, escribiendo palabras perecederas, escribir así, sin ningún motivo, por el simple hecho de desahogar el alma, sigue siendo un placer.
Yo, que siempre me he jactado de ser un dibujante que también escribe, tal vez deba aceptar pronto que en realidad mis textos son mejores que mis dibujos.
Pero mientras tanto, sigo tratando, infructuosamente, de aprender a usar esos programas de dibujo que instaló Matías el mes pasado en la computadora.
Ojalá pudiera renunciar a esos objetivos y dedicarme, simplemente, a escribir, una palabra detrás de otra, en uno de esas libretitas y cuadernitos que deambulan por mi biblioteca.
Ojalá pudiera paladear de nuevo el sabor dulzón de las palabras y recuperara las ganas de escribir...

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