Internet llegó a la Argentina hace unos diez años. En Necochea, la ciudad en la que vivo, el primer cibercafé abrió sus puertas hace unos cinco años.
En ese momento, mi amigo Carlitos y yo, que además éramos compañeros de trabajo, comenzamos a incursionar entonces en los chats y las comunidades, y a explotar los beneficios del email.
Recuerdo haber escrito un cuento sobre un personaje que conocía a una chica a través del chat y que todos mis compañeros de trabajo, que lo vieron publicado, se reían porque creían que estaba escribiendo una experiencia personal.
Pero a todo cerdo le llega su San Fermín, dice un viejo refrán. Lo cierto es que hace años que he dejado de chatear y las comunidades y redes sociales han dejado de interesarme.
Sin embargo, he notado que varios de mis compañeros de trabajo, antes reticentes a estos medios de comunicación, han comenzado a chatear (¡en horario laboral!) e incluso, aunque lo mantengan oculto, mantienen romances virtuales.
No, si es cierto, ha todos les llega su San Fermín.

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