Por Claudio González Baeza

Aprendimos a caminar por ese oscuro túnel que, desde marzo de 1976, se abatió sobre nosotros. Buscamos y encontramos la manera de comunicarnos y de comunicar, no sin temor, las ideas e ideales que se iban forjando en esos años duros.
La dictadura, con sus garras afiladas, decidió los libros que podíamos leer, el cine que veríamos y toda manifestación de arte y cultura que solamente el poder imperante permitía.
Así como en 1933 los nazis se dedicaron a incinerar todo libro que, según ellos, eran antigermanos, acá se imitó esa fórmula con la quema en Sarandi, provincia de Buenos Aires, de más de un millón de libros del Centro Editor de América Latina (CEAL). También esta práctica, se llevó a cabo en cada uno de los hogares que fueron "allanados" por el ejercito y la banda de facinerosos que los secundaban. Además de el robo, la apropiación de menores, la tortura y desaparición de 30.000 argentinos.
En estos treinta años aprendimos a valorar cada uno de los espacios en que pudimos desarrollarnos y las publicaciones alternativas, que iban de mano en mano, fueron el nexo entre autores y publico ávido de las voces que no callaron.
Este marzo de 2006 es el aniversario número treinta de aquella nefasta noche que duró siete años, este marzo como todos los marzos, como todos los días de cada año que vamos viviendo, tenemos el deber de recordar y homenajear a todos los que sufrieron la persecución, la cárcel, la tortura y la desaparición para que nunca más vuelva a ocurrir.

Publicado en la edición de marzo de la revista electrónica La Bota Literaria

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