Nunca me canso de ver los dibujos de Oswal. Creo que es uno de los más grandes historietistas de este país, aunque por algún motivo no se cita como tal. Se habla de Alberto Breccia, de Francisco Solano López, de Hugo Pratt, de Cacho Mandrafina, pero pocas veces de Oswal.
Incluso el título de maestro puede quedarles grande a muchos historietistas de reconocimiento internacional, pero no a Oswal.
Él es uno de los maestros que más ha hecho por la formación de los historietistas de este país.
Para los de más de 50, que crecimos leyendo historietas en la revista Anteojito, Oswal fue durante mucho tiempo el enigmático creador de un personaje inclasificable, mezcla de superhéroe americano y bufón: Sonoman.
En lo personal, tengo el hermoso recuerdo de haberle enviado un guion por email para consultarle a Oswal sobre la viabilidad de convertir ese texto en historieta. Pensé que nunca me contestaría, pero al tiempo recibí un alentador email.
Una vida dibujada a pulso contra el tiempo
Osvaldo Walter Viola, más conocido por el seudónimo Oswal, fue una de esas figuras que dejaron una marca profunda en la historia de la historieta argentina. Dibujante, guionista y docente, construyó una trayectoria sostenida por la constancia y una vocación autodidacta que lo acompañó desde sus primeros pasos en el oficio hasta sus últimos días en Quilmes, donde falleció el 13 de febrero de 2015.
Nacido en la Ciudad de Buenos Aires el 1 de noviembre de 1935, Oswal se definía a sí mismo como un autodidacta. Aprendió a dibujar a través de cursos por correspondencia y, a fuerza de práctica, logró abrirse camino en un medio competitivo, que atravesaba transformaciones estéticas y editoriales constantes. Su ingreso al mundo profesional se concretó en 1957, cuando comenzó a trabajar en la revista Ella, realizando ilustraciones. Poco después, su trazo empezó a aparecer en tapas de libros y en páginas internas de publicaciones de la Editorial Haynes, como El Hogar, Selecta y Mundo Infantil.
El desembarco en la historieta
El salto definitivo a la historieta llegó en 1958, cuando publicó sus primeras tiras gauchescas, Pablo Güeya y Hernán, el hermano de Pablo, en el diario El Correo de la Tarde. Allí comenzó a delinearse un estilo propio, atento al detalle, con una narrativa visual clara y un manejo del ritmo que pronto despertó el interés de editores de mayor peso.
Un año más tarde, en 1959, Oswal ingresó a la mítica Editorial Frontera, donde tuvo la oportunidad de dibujar episodios de Ernie Pike, una de las series emblemáticas creadas por Héctor Germán Oesterheld. Esa experiencia no solo significó un crecimiento profesional, sino también un contacto directo con el núcleo creativo que definió buena parte de la historieta argentina de la época.
Sónoman, el héroe del sonido
A mediados de la década de 1960, Oswal ya era un nombre reconocido dentro del ambiente. En 1965 realizó adaptaciones en versión historieta de clásicos de la literatura como David Copperfield y Robinson Crusoe para la revista Anteojito. Pero sería al año siguiente cuando daría vida a su personaje más célebre.
En 1966 creó Sónoman, una historieta de su autoría integral que se convertiría en su obra más popular y perdurable. El personaje, un héroe con poderes vinculados al sonido, se publicó durante diez años y logró consolidarse en la memoria de varias generaciones de lectores. Sónoman no solo representó un éxito, sino también la confirmación de Oswal como creador completo, capaz de desarrollar concepto, historia y estética en una misma obra.
En 1975, Ediciones de la Urraca editó dos números de una revista dedicada exclusivamente a Sónoman, realizada íntegramente por él. Sin embargo, una crisis económica obligó a su cierre prematuro, reflejo de las dificultades estructurales que atravesaba el sector editorial en aquellos años.
Mascarín y la exploración de nuevos universos
Ese mismo año, Oswal presentó otro personaje original: El Espíritu de Mascarín, publicado en la revista Chaupinela. A lo largo de 15 episodios, desarrolló una historia con identidad propia, que volvió a poner en evidencia su capacidad para crear mundos, climas y personajes complejos sin depender de guionistas externos.
Durante las décadas del 70 y 80, su firma se volvió habitual en numerosas revistas argentinas, como Siete Días, Satiricón, Chaupinela y Superhumor, así como también en publicaciones españolas, especialmente la revista Cimoc. Esta etapa marcó una proyección internacional de su obra, que comenzó a circular con fuerza en Europa.
En 1979 creó, junto a Linton Howard, la serie Detective en Hollywood para la revista La Hoja, que luego sería rebautizada como Mark Kane al publicarse en Cimoc. Dos años más tarde, en 1981, colaboró con la revista Bang! dibujando Tito Mamut y Camino a Esteco, con guiones de Carlos Albiac.
Además, participó en la realización de ilustraciones para El Eternauta III, retomando una de las sagas más emblemáticas de la historieta nacional. Y en 1982 regresó a Satiricón con El Bígamo, además de trabajar en Superhumor en la historieta Claudio Forroquina, con guion de Dalmiro Sáenz.
Reconocimiento fuera del país
Buena parte de la obra de Oswal durante ese período fue publicada en el exterior, especialmente en España e Italia. En la revista Cimoc desarrolló junto a Carlos Albiac la serie Big Rag y, con Ricardo Barreiro, la obra Buenos Aires, las putas y el loco, que incluso llegó a editarse en Holanda.
También realizó la serie Pieter Thijsz, los trabajos Sombres Destins y 13 relatos negros, estos últimos guionados por Enrique Abulí y publicados por la editorial francesa Albin Michel. Esta expansión internacional consolidó su figura como un autor de proyección continental, respetado tanto por colegas como por editores del viejo continente.
La etapa docente y el regreso al público infantil
En la década de 1990, Oswal volvió a colaborar con la revista Anteojito y trabajó en el suplemento infantil Nación de los niños, del diario La Nación. Allí creó, junto a Carlos Albiac, el personaje Lejos Pratt, que también fue publicado posteriormente en Anteojito.
Entrados los años 2000, ya instalado en la ciudad de Quilmes, comenzó a desempeñarse como profesor de historieta en la Escuela de Bellas Artes “Carlos Morel”. Desde ese espacio formó a nuevas generaciones de dibujantes, transmitiendo no solo conocimientos técnicos, sino también una ética de trabajo basada en la dedicación y la pasión por el oficio.
En 2006 publicó en Argentina la obra Tango en Florencia, que había aparecido anteriormente en Italia, cerrando así un círculo creativo que unía su producción local con su proyección internacional.
Fuente: Wikipedia | Historieteca



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