El 2 de diciembre de 1889, el agrimensor Eugenio Moy presentó los planos de la futura ciudad de Quequén, un faraónico proyecto que preveía el trazado de un ejido urbano que incluía 13 plazas, un parque público, hipódromo y una estación ferroviaria.
La iniciativa era parte del proyecto de la Compañía "Ciudad de Quequén", que pretendía construir una población en la desembocadura del río Quequén. Según una nota presentada por el representante legal de la firma, Alfredo Meabe, al ejecutivo provincial el 19 de julio de 1889, el objetivo de empresa era levantar "una gran ciudad y puerto" que contara con "todas las comodidades necesarias tales como la pavimentación, iluminación, mercados, una red completa de tranways, aguas corrientes y teléfono".
La compañía tenía como presidente a Hugo A. Bunge y su principal accionista era Manuel J. Guerrico, propietario de las tierras donde se efectuaría la urbanización.
Una ciudad colosal
El arquitecto Raúl Arnaldo Gómez Crespo escribió en su libro "El litoral sudeste bonaerense" que el diseño de Moy "era sumamente ambicioso, tanto por sus dimensiones como por su forma misma, muy semejante a la de la ciudad de La Plata".
La idea de la Compañía "Ciudad de Quequén" era crear una verdadera capital en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, según se desprende de los planos originales.
"El sector principal del amanzanado consistía en un damero, orientado a medio rumbo, de 24 por 24 manzanas de 100 metros por 100 metros cada una, separadas por calles de 20 metros", según el libro de Gómez Crespo. Dos avenidas de mayor ancho dividían este sector en cuatro secciones o cuarteles, cada uno de ellos recorrido por dos diagonales que se cruzaban en una plaza hexagonal.
"La ciudad proyectada tenía además una plaza central formada por cuatro manzanas, cuatro plazas menores, de una manzana, en los vértices de la cuadrícula, y otras cuatro romboidales en las medianas del perímetro", agrega el texto.
Pero esto es sólo el sector principal del ejido urbano de la ciudad imaginada por Moy. "El amanzanado se prolongaba hasta llegar a la margen del río, formando otras dos secciones, una de ellas de forma irregular, con 24 por 10 manzanas en su mayor extensión y la restante formada por dos triángulos, uno compuesto por unas 100 manzanas y otro de diseño pintoresquista", según Gómez Crespo.
La ciudad estaba rodeada de quintas de dos hectáreas y también una zona de chacras de cuatro y ocho hectáreas.
La zona medanosa de la costa, entre el ejido y las playas, se reservaba como parque público y se preveían los terrenos para el emplazamiento del hipódromo, en la esquina este del ejido, y de la estación ferroviaria, dentro del amanzanado.
El autor del libro, que tomó los datos del Departamento de Geodesia provincial, escribió que "en el plano, un letrero indicaba, al noroeste del ejido, una zona para futuras extensión de la ciudad".
Sólo en los planos
El Departamento de Ingenieros no presentó objeciones al proyecto, que fue aprobado por el gobierno de la Provincia el 2 de junio de 1890.
"El ferrocarril llegó a Quequén en 1892, y la estación se ubicó en el solar previsto en el plano de Moy", escribió Gómez Crespo. "Tres años después, en 1895, se inauguraba el gran Hotel Quequén, sólo comparable en envergadura al Bristol de Mar del Plata".
Sin embargo, debido a las dificultades económicas que debió enfrentar, la compañía no había esperado la aprobación de los planos para comenzar a vender solares y ya en diciembre de 1889 habían comprado tierras Julián Ortiz y Manuel García.
Precisamente debido a la situación financiera, el ambicioso proyecto de la compañía no llegó a concretarse. Sólo se respetó la parte del plano más próxima al río.
El plano definitivo, realizado en julio de 1906 por F. Segovia, respetó una de las diagonales del diseño de Moy, así como la posición de la estación ferroviaria y la cuadrícula de las dos secciones próximas al río, únicas amanzanadas en el nuevo proyecto.
El sector más pintoresco y un fragmento de parque se trazaron ortogonalmente, para completar 400 manzanas de las 900 del proyecto original.
Después del sueño
Según el libro de Gómez Crespo, "en 1912, aunque ya se habían iniciado muchas obras concretas en el terreno, todavía no se habían efectuado las reservas para usos públicos de acuerdo con el Departamento de Ingenieros. El 17 de enero se concedió a la compañía un plazo de treinta días, bajo apercibimiento de dejar sin efecto la aprobación del trazado".
Pedro Iturralde, nuevo presidente de la compañía, presentó el 22 de julio de ese año, una nota que respondía a los requerimientos y adjuntaba el plano de Segovia. Además, informaba sobre los inconvenientes que atravesaba la empresa.
"Fracasada esta empresa, los señores Guerrico retrotrajeron la propiedad de la tierra y sin abandonar la idea de formar una ciudad, disminuyeron sus proporciones para limitarla a una población balnearia", explicaba Iturralde en su nota.
"Hoy que se proyecta un puerto de aguas hondas, es posible que permita el ensanche y grandiosidad primitivas, pero mientras tanto debemos respetar los hechos existentes y llenar nuestra cometido como se establece en este plano, sujetándonos al cual hemos comprado, se han edificado varios y costosos chalets, casas de negocios y familia y algunas quintas", agregaba.
Entre los edificios construidos se encontraba una escuela, la iglesia, una casa para la comisaría y telégrafo. El templo religioso había sido puesto bajo la advocación de Nuestra Señora de la Merced y estaba habilitado desde 1911.
Algunos de los chalets que mencionaba Iturralde eran el Stella Maris, de la Compañía de Quequén, Villa Maris, de Juana de Spinelli, y El Arenal, de María Güiraldes de Guerrico.
En la misma nota, Iturralde informaba que la compañía "tiene construida por su cuenta y entregada al público, una usina de fuerza eléctrica para la iluminación de las principales calles".
Gómez Crespo explicó en su libro sobre la historia del litoral del sudeste bonaerense, que "la reducción del trazado introdujo demoras en la tramitación del expediente, pues la opinión de los funcionarios del Ministerio era que este proyecto debía ser tratado como uno nuevo, quedando sin efecto las aprobaciones anteriores".
"La principal dificultad consistía en que, según las disposiciones legales vigentes, el área total de reservas para edificios públicos debía calcularse en base a las superficie del amanzanado y del ejido, y el resultado era muy diferente si se aplicaban los porcentajes al plano de Moy o al de Segovia", agregó.
Según los datos recogidos por Gómez Crespo en su investigación, el 23 de diciembre de 1913 se aprobaron los nuevos planos presentados, pero el replanteo definitivo no se concreto, aunque el pueblo existía ya como un hecho construido.
En 1914, el pueblo tenía una población de más de 4.000 habitantes, un edificio municipal y otro de la Subprefectura, ambos de dos pisos, un gran hotel, una hermosa rambla, bares, confiterías y numerosos comercios, algunos muy importantes como los almacenes de ramos generales 'La Euskalduna', de Bilbao y Jaca, 'La Fundadora', de Ezequiel Gil, y 'El Fundador', de Baltasar Herrera. Entre los chalets, se destacaban los de Guerrico, Carballido, Pueyrredón, Carreras, González, Segura, Méndez y Bence.
El sueño de la Compañía Ciudad de Quequén comenzó a disolverse en julio de 1932, cuando fue declarada la caducidad del expediente por el motivo antes mencionado. "En 1934 el ingeniero civil Daniel C. Gowland realizó por fin el replanteo de la ciudad, que fue aprobado por el Gobierno provincial el 31 de marzo de 1938", concluyó Gómez Crespo.
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