Andrés López va a cumplir 82 años, pero no los aparenta. Se autodefine como suboficial mayor retirado del "glorioso Ejército Argentino". Es uno de los tres hombres que acompañaron al general Juan Domingo Perón durante la parte más dura de su exilio, tras la caída de su gobierno en septiembre de 1955. Y es uno de los dos que todavía pueden contar aquella aventura que llevó al ex presidente a vivir en Paraguay, Panamá y Venezuela, casi abandonado por quienes le habían prometido ayuda, incluso amenazado de muerte, antes de radicarse en Madrid.
La semana pasada, el ex custodio de Perón estuvo en nuestra ciudad, y recordó su especial relación con uno de los hombres que más influyó en la política argentina durante el Siglo XX.
López conoció a Perón el 8 de junio de 1943. En aquel entonces el futuro presidente era un desconocido, pero concurrió junto al ministro de Guerra, el general Farrell, al hospital donde estaban los soldados heridos durante la revolución producida cuatro días antes.
Entre los soldados se encontraba López, que había recibido una herida de esquirla de mortero en la mano derecha. Como no saludarlo con la mano derecha, Perón le dijo a López que le diera la izquierda: "La del corazón, hijo, la del corazón".
Iba cama por cama, saludando a los heridos. "Eso me dio pie para empezar a admirarlo", explicó López. "Porque era un hombre de una mirada dulce, paternal, de una gran simpatía. Me dio la sensación de que iba a hacer mucho por el país".

El bombardeo
Poco después de salir de la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral, López fue puesto a cargo del destacamento militar de la residencia presidencial, directamente a las órdenes del general Perón.
"La residencia estaba donde está actualmente la Biblioteca Nacional. Es decir, en Libertador y Agüero, ahí vivía junto con Evita", explicó el entonces sargento primero.
"Teníamos dos tanques adentro de la residencia y en caso de un ataque por sorpresa, nuestro objetivo era sacar al general y a Eva Duarte y llevarlos a un lugar seguro", señaló López.
"Esa fue la función que yo tuve hasta el 20 de septiembre de 1955, en que lo despido, junto al jefe de la custodia y al oficial mayor Renzi, que era el intendente de la residencia. Después se va a la embajada de Paraguay e inicia su exilio", recordó.
Pero antes, López vivió varias situaciones de peligro. El 16 de junio de 1955, mientras la Plaza de Mayo era bombardeada, tres aviones atacaron la residencia presidencial.
Si bien López tenía órdenes de dejar la residencia, no se retiró y organizó la defensa del edificio, lo que luego le valdría el reconocimiento de Perón.
"Tuve suerte, por eso estoy acá", dijo el militar. "Yo siempre digo que cuando un hombre tiene conducta la suerte lo ayuda. Y a mí me ayudó, porque cuando ordenan abandonar la residencia, estaba con nosotros Antonito Mario Perón, el sobrino del general. Le dije que iba a defender el edificio como si estuviera Perón adentro".
Al día siguiente, la primera reunión de gabinete se hizo en la residencia presidencial, porque la Casa de Gobierno estaba destrozada.
"Entonces el general me manda a llamar y, adelante todos los ministros, me felicita y me agradece y les dice a los ministros: hoy podemos hacer la reunión acá, gracias a López", explicó.
Antonito Perón le había comentado a su tío la actitud del soldado. Por esa razón, poco después el general hizo llamar a López a su garage personal.
"Quiero tener una atención con usted, por lo que pasó", le dijo Perón a su custodio.
"Nosotros sólo nos hemos dedicado a cumplir con nuestro deber", le contestó López, agradecido por la actitud del general.
"¿Ve esas motos? Elija una", le ordenó Perón.
"No, mi general, si usted me va a hacer un presente, lo que usted me de, va a ser bien recibido", le respondió.
"Vea López, si a mi me dan elegir, me quedo con esa roja. Elija", lo presionó Perón.
"La roja", contestó López.
"Lo felicito, sabe elegir bien".
López todavía conserva una foto en la que aparece el general haciéndole entrega de la moto. Perón también había prometido de entregar una moto a cada uno de los suboficiales que participaron de la defensa, pero fue derrocado antes de poder cumplir con su deseo.

En los momentos difíciles
Un año antes, en 1954, López había subido con otros 20 suboficiales hasta la cumbre del Aconcagua para instalar los bustos de Perón y de Evita.
"Creo que no se había hecho nunca", recordó López. "Cuando le dije a Perón que tenía que ir a conversar con los suboficiales, me preguntó en broma: ¿no iran a conspirar?".
"Hicimos una expedición muy linda. Pero, los bustos duraron muy poco en el Aconcagua. El gobierno de Aramburu ordenó bajarlos y cambiarle los nombres a los refugios más altos de la montaña: el Presidente Perón y el Eva Perón, por Independencia y Libertad", recordó.
Un año después, tras el conflicto con la Iglesia, las Fuerzas Armadas derrocaron a Perón, que debió partir hacia el exilio a Paraguay.
"Compartí con él el exilio. Estuve en Panamá y en Venezuela. Estaba muy triste, muy abandonado, por momentos depresivo, porque quienes le habían prometido ayuda no se la dieron", explicó López.
Lo acompañaban, además de López, Isaac Gilabert y Ramón Landac. "Eramos los únicos que estabamos permanentemente con el general en el humilde departamento que le habían prestado. Porque no tenía los 600 millones de dólares que se había llevado, como decían", explicó.
"Apenas tenía 12.000 dólares, que lo acompañamos a depositar en una caja de seguridad del Banco de Venezuela, y un viejo Opel, de dos puertas", dijo López.
El día 25 de mayo de 1957 el auto fue volado con una bomba. "Porque intentaron matarlo en varias oportunidades en el exilio", señaló el custodio.
Y comentó que "a Perón en el exilio lo cubría el FBI, aunque a mucha gente le cueste creerlo. Porque Estados Unidos estaba convencido de que mientras él estuviera con vida, era la barrera de contención del comunismo en latinoamérica, por su política de justicia social".
López estudo dos años y medio en el exilio con Perón y también dos años preso por haber pertenecido a la custodia del general. "Perdí mi carreera, que después la recuperé, cuando Perón volvió e intentó pacificar el país", dijo
"Casi 10 años acompañé al general", señaló. "Después me dio la misión de acompañar a Isabelita cuando vino la primera vez, en el año 65. Recorrimos todo el país haciendo una especie de campaña política".
Aunque el siempre se ha mantenido al margen de la política y el gremialismo, López es un hombre de ideas definidas y asegura que Gerónimo Venegas es el dirigente peronista con mayor futuro.
"Yo siempre digo que soy un orgulloso suboficial mayor retirado del servicio secreto argentino", manifestó el militar, que estuvo en Necochea con su esposa.
"Había conocido de pasada las playas de Necochea. Ahora tuve la suerte de recorrer la ciudad. Me llevo la mejor impresión. Me gustó mucho. En broma le dije a mi señora que me gustaría comprarme una casa para vivir acá. En Buenos Aires hay mucha inseguridad", dijo López, el hombre que se jugó la vida varias veces por Perón.

2 Comentarios

  1. muy interesante el reportaje

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  2. muy interesante.Mi nombre es Marcelo Scanu, soy montañista e hice varios artículos sobre los bustos. Me interesaría saber si el protagonista está vivo y si le puedo hacer una entrevista.
    libroandescentrales@yahoo.com.ar

    gracias

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