A mediados de marzo de 1984 el abogado nacido en Necochea, Jorge Manuel Iriberri ofreció una charla en el Liceo Naval Militar “Capitán de Fragata Carlos María Moyano”.
Durante la disertación el abogado dio a conocer detalles del proyecto Atlantis, que tenía como objetivo realizar la travesía del Océano Atlántico en una primitiva balsa de troncos.
Con esta travesía se trataba de demostrar la factibilidad de que individuos de raza negra, representados hace 3.500 años por las Cabezas Colosales Olmecas, junto al golfo de México, hayan provenido de África a través del Océano Atlántico.
Iriberri iba a integrar el grupo que realizaría la travesía en la balsa que se construía en Mar del Plata y que tendría características similares a las construidas unos 3.500 años antes.
La balsa Atlantis, construida de troncos atados con cuerdas vegetales, tendría 13 metros de largo 5,4 de manga y llevaría abordo una choza construida con bambú. Se trataba de una embarcación sin timón y con vela de algodón.
Debido a las dimensiones de la balsa, los seis tripulantes solo podrían llevar agua y alimentos en cantidad limitada y un equipo de radio.

La odisea
El equipo, que había comenzado a prepararse años antes, finalmente partió desde Santa Cruz de Tenerife el 22 de mayo de 1984, ante la mirada incrédula de autoridades e isleños.
Integraban la tripulación Alfredo Barragán, Horacio Giaccaglia, Daniel Sánchez Margariños, Félix Arrieta y Iriberri.
La travesía duró 52 días, a una velocidad promedio de 3,5 nudos, “Tuvimos vientos de entre 30 y 40 kilómetros, con algunos días con picos de 60 y 70 y tal vez un poco más en algún momento”, recordó Iriberri.
Durante el cruce, las olas tuvieron una altura promedio de 3 y 4 metros, salvo en los dos temporales que debieron a travesar, en que llegaron a 6 y 7 metros. Pero nunca estuvieron en peligro.
“Hubo momentos de riesgo, momentos en que la balsa se inclinaba bastante por la acción del fuerte viento y el oleaje, pero la embarcación y nosotros estábamos perfectamente preparados para soportar y enfrentar situaciones como ésas”, señaló Iriberri años más tarde.

El club
La expedición Atlantis 84 había sido imaginada muchos años antes en una de las reuniones del Centro de Actividades Deportivas, de Exploración e Investigación (Cadei), grupo que integraban los cinco miembros de la expedición.
Los integrantes del centro habían enfrentado desde hacía más de una década todo tipo de desafío deportivo que además de permitirles disfrutar de la aventura, ofreciera algún rédito científico o cultural.
Así, en 1973 hicieron la primera navegación del Río Colorado en toda su longitud, desde la confluencia de los ríos Barrancas y Grande, casi en la frontera con Chile, hasta la desembocadura en el Atlántico. El recorrido de 1.400 kilómetros en botes de goma, duró 27 días y permitió obtener importante información para la Dirección Nacional de Hidrografía.
En 1978 el grupo realizó una expedición al Aconcagua en la cual se realizó una transfusión de glóbulos rojos, centrifugados y concentrados, a 4.000 metros de altura. Esta práctica, denominada “poliglobulia rápida”, permitió obtener resultados sobre el rendimiento psicofísico de los integrantes de la expedición.
En 1979, el Centro organizó una travesía oceánica en canoa. Los deportistas realizaron 300 kilómetros en dos canoas canadienses abiertas.
Al año siguiente, los integrantes del centro comenzaron a preparar el cruce del Atlántico.

Fin de un sueño
Luego de 52 días de odisea, la balsa Atlantis llegó al puerto de La Guayra, en Venezuela, el 12 de junio de 1984. Al igual que Thor Eyerdhal, el ya legendario navegante de la balsa Kon Tiki, quien había cruzado el Pacífico desde las costas de América hasta la Polinesia, Barragán y su equipo se convirtieron en un símbolo de la capacidad humana para enfrentar cualquier desafío, por imposible que parezca.
Con su travesía, los viajeros lograron demostrar que era posible que 3.500 años antes, hombres de raza negra hubieran cruzado el Atlántico y desembarcado en América. Sus rostros pueden haber inspirado los gigantescos rostros de piedra Olmecas, en el Golfo de México.
La cultura Olmeca era de origen asiático, pero las gigantes escultura de piedra con rostros de rasgos africanos siempre habían sido un enigma. Hasta ese momento no se sabía cómo ni de donde aparecieron entre ellos no menos de quince hombres de raza negra, inmortalizados en las esculturas.
La expedición Atlantis demostró que no era imposible que los africanos hubieran llegado a México en balsa.
En una entrevista publicada en Ecos Diarios diez años atrás, el abogado necochense Jorge Iriberri explicó que “Atlantis fue y es una invitación al hombre en creer en sí mismo. Es la prueba de que no hay imposibles si se lucha con fe, coraje y voluntad”.
Atlantis fue “la expedición deportiva científica argentina más trascendente; que ha sido calificado como una de las hazañas más bellas de todos los tiempos”, dijo Iriberri.

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