Su nombre y apellido son exóticos: Mirko Gantos; pero él es bien necochense. Nació hace 30 años en nuestra ciudad y luego de vivir cinco en Barcelona, volvió para instalarse aquí a hacer lo que más le gusta: cocinar.
Podría decirse que es una pasión heredada, ya que uno de sus tíos maternos, Alberto Salvador, es propietario de uno de los restaurantes más tradicionales de la ciudad.
Al terminar el secundario, Mirko ya sabía lo que quería ser y se fue a Mar del Plata a estudiar gastronomía. En esa ciudad dio los primeros pasos como chef. Trabajó en el restaurante del Hotel Costa Galana, uno de los más prestigiosos de la ciudad feliz.
Luego fue jefe de cocina de un restaurante que funcionaba en el Shopping Diagonal, en pleno centro de Mar del Plata.
Pero Mirko tenía ganas de crecer y se fue a Buenos Aires, donde estuvo trabajando otros dos años y medio.
"Me vine para Necochea en la temporada del corralito y ese mismo año decidí irme a España", explicó el joven chef. Su padre vivía en Madrid, así que hacía allí fue.
Y no le costó mucho conseguir trabajo. "Puse un aviso en el diario, ofreciéndome como cocinero argentino con estudios", señaló.
Lo llamaron de varios restaurantes, entre ellos de Changó, cuyos propietarios le hicieron la mejor propuesta. Este local es muy grande y en verano llega a habilitar 120 mesas en el exterior.
Allí Mirko no solamente realizó comida elaborada típica de la ciudad, también se dio el gusto de dar a conocer la cocina argentina.
"Hacía parrilladas, entrañas. Para ellos era muy exótico, no entendían nada. Era un manjar", explicó Mirko. Incluso hacía empanadas y choripán completo, que causó sensación.

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La experiencia madrileña le permitió crecer y conocer nuevos productos y especialidades. "En todo lo que es mariscos y pescados, ellos la tienen muy clara", manifestó Mirko, respecto a la cocina española.
"También en todo lo que se refiere al uso de las legumbres. Como la fruta y la verdura es muy cara, utilizan mucho las legumbres como alimento y realizan muchos potajes y guisos", señaló.
Sin embargo, después de pasar tres años y medio sin volver a Necochea, Mirko comenzó a sentir la lejanía. "Se puso difícil. Comenzás a extrañar cosas simples, que acá no le prestás atención: los olores, el color del pasto, la gente... Y terminás extrañando las comidas, la música, todo", precisó.
Finalmente, tras cinco años de vivir en Madrid, cuestiones personales lo trajeron de vuelta a la ciudad y no pudo volver a irse.
Aquí se reencontró con Soledad y juntos formaron una familia. Ahora tienen una hija de 10 meses, que se llama Malena.
Mirko decidió poner su restaurante frente al Parque Miguel Lillo. Lo llamó Wasabi, como un condimento oriental de sabor inolvidable.
"En Buenos Aires trabajé en un restaurante en el que hacíamos sushi y comida oriental. Ahí conocí el wasabi, que es un condimento que se saca de un rábano picante. Viene en polvo o en pomada. Es muy picante, pero no como el chile, que te deja la boca ardiendo. El sabor es un tanto cítrico y su efecto se pasa enseguida", explicó. "Es algo que probás, te gusta y no olvidás nunca más".
Y así es como quiere que sean sus platos: inolvidables. Que quien los pruebe, no pueda dejar de recordarlos.

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